ADN Político

Vivir entre el huachicol

Hasta hace unos años,

estos municipios y comunidades de Hidalgo vivían de la agricultura, de la maquila y del trabajo de empresas que se asentaban en la región, pero su rol cambió y las semillas, las máquinas y los hilos se cambiaron por bidones y mangueras... hasta convertirse en el 2018 estado rey del robo de hidrocarburos.

Aquí un acercamiento a tres municipios que viven entre bidones.

Por Fernando Rodríguez, Bianca Carretto y Brenda Yáñez
*Los nombres de los testimonios fueron cambiados por seguridad.

Mixquiahuala: entre la agricultura y el huachicol


Jugábamos en esa cancha todas las tardes. Mi hermano, sus amigos, mis amigos y yo organizabamos las “retas” sobre el cemento. A veces llegaban rivales de otros pueblos. Con todos, las reglas eran siempre las mismas: si la pelota se cae al canal de agua negra, el culpable tiene que sacarla; gana el equipo que meta cinco goles y el perdedor invita los refrescos. Eran los años felices.

Regreso a esa cancha más de dos décadas después para platicar con Martín. Está sentado en una banca de cemento, la misma en la que mis amigos y yo nos sentábamos al final de cada partido. Pero a diferencia de ellos, Martín no sonríe. No me mira. No desvía ni una sola vez la mirada que tiene clavada en el juego de hoy. Y platicamos así, incógnitos. Hablamos del huachicol, ese tema que por esto días ha puesto a Hidalgo, en los titulares de todos los periódicos y noticiarios, por la nueva guerra que ha iniciado el gobierno federal contra el robo de combustibles y la explosión de una toma clandestina en Tlahuelilpan, el municipio vecino, que ha dejado más de 120 muertos.

Hasta hace poco, Martín vendía combustible robado de los ductos de Pemex que atraviesan el Valle del Mezquital. Su zona de venta era Mixquiahuala, el municipio del estado de Hidalgo en donde yo crecí. En donde viven toda mi familia y donde está todo mi pasado.

Martín no ha cambiado de actividad, simplemente está en pausa, en espera de que la estrategia de combate al robo de combustible impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador pase de largo.

-La verdad sí está funcionando- reconoce.

Desde que el gobierno federal decidió sustituir por pipas el suministro de combustible que anteriormente se hacía por ductos, los huachicoleros de la región se quedaron sin materia prima.

—Sí tengo una poca, pero la uso para mí.

Huachicoleros. ¿En qué momento el término se volvió común en Mixquiahuala? No recuerdo haberlo escuchado una sola vez en toda mi infancia. ¿Cuándo las personas como Martín se hicieron parte del paisaje? ¿Cuándo nos dimos cuenta de que ya lo eran?

En 2018, Hidalgo se convirtió en el estado con el mayor número de tomas clandestinas. Un total de 2,121, según cifras de Pemex. Los datos de la petrolera aseguran que de las más de 800 tomas que se han detectado en el Valle del Mezquital en los últimos dos años, solo una estaba en Mixquiahuala.

Pero el mapa que tengo frente a mí dice otra cosa. Me impactan las líneas rojas que atraviesan todo mi pueblo, la precisión con la que las autoridades tienen identificada esta maraña, que no es otra cosa que las rutas del huachicol.

El mapa dice que en Mixquiahuala hay tres tomas clandestinas. Están en los límites con el municipio de Tetepango. Desde ahí, en las mejores noches, al menos 100 camionetas cargadas con combustible robado bajan serpenteando por los cerros. Atraviesan el municipio hasta llegar a una de sus comunidades. Ahí se almacena y desde ahí se distribuye al resto de municipios al oriente del Mezquital.

Esos tres puntos de ordeña, esas rutas, esos almacenes... todo está perfectamente identificado. Al igual que los centros de venta, hay terrenos en donde el transporte público llega todas las mañanas a llenar el tanque. Son estaciones ilegales de combustible robado que nadie se preocupa por ocultar, ni denunciar.

—En Mixquiahuala nadie se muere de hambre, me dice Lauro, uno de los sempiternos líderes municipales- Si un día lo pasas mal, caminas unos metros y puedes encontrar maíz, quelites, acelgas…

Con un índice de marginación bajo, según el Coneval, Mixquiahuala está en el centro de la zona agrícola más grande del estado.

El 61% de los habitantes se dedican a la agricultura, aunque en los últimos años el sector servicios y el parque industrial de Atitalaquia han atraído a los egresados de los seis centros de educación media superior y el Instituto Tecnológico Superior que hay en el municipio.

Aún así, para el 4% de la población en pobreza extrema, las opciones son pocas. Además del campo, pueden trabajar para alguna de las fábricas que se han asentado en la región, por un pago mínimo de 50 pesos al día.

Pero a decir de la gente y de fuentes de seguridad aquí la marginación no explica el fenómeno del huachicol.

—Tú ves ahí licenciados, ingenieros, gente con buenos sueldos. Se trata más bien de ganarse la vida fácil— sentencian.

Sin embargo a veces no parece fácil: Un multihomicidio a unas cuadras de la casa de mis abuelos; cuerpos encontrados en un canal de aguas negras —como aquel a donde tratábamos de no meter nuestro balón— jóvenes asesinados en la puerta de sus casas, ya son parte del paisaje cotidiano.

Además la base social del huachicol. En agosto pasado, habitantes de una de las comunidades de Mixquiahuala vandalizaron la presidencia municipal y quemaron vehículos oficiales en protesta por la muerte de un presunto huachicolero en un enfrentamiento con la policía.

—Los mandan los huachicoleros. Les regalan gasolina. Si decomisas un vehículo con combustible, la comunidad te detiene. Les dicen “sácalos, quédate con la gasolina y a mí déjame mi camioneta”. Por eso es imposible entrar ahí— explican fuentes de seguridad—. Los huachicoleros pagan las fiestas patronales, pintan las calles y hasta patrocinan a los equipos de futbol.

Y pienso en Martín y nuestra plática en la cancha.

—’Ora sí que somos un mal necesario. Yo gano dinero pero vengo y le compro más a la señora y ella se va contenta— me dice mientras señala un puesto de quesadillas.

Pero hoy Martín no compra nada. No quiere hablar más. En las días antes de nuestro encuentro sucedieron dos hechos que marcarán a toda la región: la explosión en Tlahuelilpan y el asesinato de Julio César “N”, La Parka, presunto líder huachicolero en todo el Valle del Mezquital.

—Así es esto amigo— me dice Martín mientras me palmea el brazo.

Entiendo que debo irme. Hoy nadie ha invitado los refrescos. Hoy todos somos perdedores.

Tula: la ‘meca’ del huachicoleo


Arturo esperaba la luz verde en un semáforo en la calles de Tula, cuando le ofrecieron comprar huachicol, como quien ofrece un refresco para aliviar la sed a plena luz del día.

“Oiga, ¿no compra huachicol? Si va por él se lo doy a 7 pesos, pero si quiere que se lo traigamos le sale a 10. En Santa Ana pregunté por mi”, le gritó el hombre que manejaba una camioneta y se le emparejó mientras esperaba el siga.

Arturo lleva más de 30 años viviendo y trabajando en Tula y hace unos ocho meses le hicieron por primera vez ese ofrecimiento en la calle, pero asustó y se negó a comprar en esa ocasión. Pero dos meses después, los huachicoleros llegaron hasta la refaccionaria que tiene en el centro, eran sus clientes de toda la vida, pero ahora llegaban a ofrecerle combustible robado. Esta vez aceptó.

Si Hidalgo es el líder de los estados donde hay más “huachicoleo”, Tula de Allende es el rey de las tomas clandestinas, de acuerdo con información del gobierno federal, este municipio es el lugar en donde más tomas han sido reparadas tanto en 2018 (476) como en 2019 (83).

Pero, ¿en qué momento este municipio pasó en ser la cuna de la cultura Tolteca a la ‘meca’ del huachicoleo? Nadie se dió cuenta, simplemente sucedió, se normalizó.

Arturo cuenta que comenzó a comprar huachicol de forma regular para llenar el tanque de su camioneta. Compró sus bidones y por WhatsApp pacta cada ocho días la compra de combustible, ya sea de gasolina magna o premium, se la dan al mismo precio: 7 pesos, nada que ver con los 19 pesos que se pagan en la gasolineras.

“Aquí ya todos sabemos quienes son los que venden. Sabemos que les dan su buena lana a la presidencia municipal y a los policías, de hecho muchos de ellos también se dedican a eso, le sacan la gasolina a las patrullas a escondidas y también la venden”, expresa Arturo.
“Los políticos ‘chonchos’ son los que les compran las pipas y hacen el negocio redondo. Todos lo sabemos. Dicen que algunos de ellos hasta tienen la toma clandestina dentro de sus casas, como si fuera de agua”.

Estos son secretos a voces, pero lo cierto es que la actividad en este municipio es muy preciada y muchos sueñan con entrar a ese “trabajo”.

Pero tras la explosión en Tlahuelilpan, el mercado del huachicol se encareció en la región, ‘todo está seco’, dicen, y los que llegan a vender han subido sus precios a 15-16 pesos el litro, así que ya algunas personas han optado por comprar combustible en la gasolinería pues “ya le sale casi igual”.

Arturo recuerda que hace unos 30 años, cuando puso su negocio la gente trabajaba sobre todo en el campo, en comercios o en alguna de las “grandes” empresas que hasta en ese entonces había en la región: la cementera Cruz Azul, la Refinería Miguel Hidalgo y la termoeléctrica Francisco Pérez Ríos.

Después comenzaron a instalarse más fábricas. Llegó Hules Galgo, Infra y Construcciones Tapia, Cerillera la Central, Sigma Alimentos, Barcel… la mano de obra comenzó a llegar de Veracruz, Tamaulipas, Guerrero, Puebla y la Ciudad de México y con ello se comenzó a cambiar el rostro del municipio.

Pero en los últimos cinco,Tula también ha visto cambios en materia de seguridad, ya no es sorpresa oír “balazos” a media noche, leer noticias de enfrentamientos con policías, asaltos, robos e incendios de tomas clandestinas.

Alicia vive en una colonia cercana al centro de este municipio y la ciudad ha cambiado en seguridad, también en el estilo de vida, dice, cada vez hay más bares, discos, cantinas y centros nocturnos sobre todo en el centro.

“Antes nos dedicábamos al campo y muchos nos veníamos a trabajar al centro, pero ahorita hay gente que de repente ya se hizo de sus casas, carros, camionetas y dinero”, cuenta Alicia, por ello dice que el huachicoleo no guarda relación con la pobreza. En su comunidad, las milpas aún son cultivadas con sembradíos de maíz y frijol.
“Aquí hay quien trabaja en Pemex desde hace tiempo, pero que más o menos de unos tres años para acá se dedicaron a vender huachicol. Hay quienes son taxistas y ahora también andan en eso... ya se hicieron de sus propios taxis, entonces yo no creo que sea por pobreza que andan robando la gasolina, es por la mera ambición y el dinero fácil”, expresa.

Cuenta que muchos de sus familiares, tanto hombres como mujeres —que si bien no eran ricos, no les faltaba nada para vivir bien—, dejaron sus trabajos para meterse de lleno al robo de combustible.

De los 84 municipios en Hidalgo, en 2015 Tula se encontró dentro de los municipios con mayor Índice de Desarrollo Humano y muy bajo rezago social, de acuerdo con el informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL).

Santa Ana Ahuehuepan y San Francisco Bojay son las comunidades que han presentado mayor incidencia de hechos relacionados al robo de combustible, de acuerdo a declaraciones del propio comisario de la Agencia Estatal de Seguridad Pública de Hidalgo, Uriel Moreno.

Santa Ana Ahuehuepan y San Francisco Bojay son las comunidades que han presentado mayor incidencia de hechos relacionados al robo de combustible, de acuerdo a declaraciones del propio comisario de la Agencia Estatal de Seguridad Pública de Hidalgo, Uriel Moreno.

Para 2018 la violencia se disparó en este municipio, al menos 30 homicidios en la región de Tula fueron registrados, mientras que en 2015 se registraron la mitad de los homicidios cometidos en este año, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Apenas el 15 de enero de este año, tras un operativo contra el huachicol, tres militares fueron retenidos en Santa Ana, luego de un enfrentamiento en el que un civil resultó herido, horas después y tras una incursión conjunta de la Sedena, la Marina (Semar), la Policía Federal (PF) y la policía estatal, éstos fueron entregados a la Policía Militar.

Se ‘cuela’ a las redes sociales


La popularidad de Tula y de sus comunidades dedicadas al huachicoleo también ha cobrado fuerza en redes sociales. Al menos en Facebook, existen varias páginas como Huachicoleros San Francisco Bojay que tiene 17,434 seguidores, Huachicoleros Tula con más de 163,639 seguidores y Huachicoleros De “Santa Ana, con 14,900 seguidores, en las que se comparten desde memes hasta transmisiones en vivo de los administradores quienes presumen su estilo de vida, exhibiendo los centros nocturnos que visitan, sus gustos musicales y “huachicorridos” creados.

“Trabajando en el huachi siempre hay un vato que quiere periquear, wey saca y nos ponemos”; “Hay un contacto en mi Facebook que me está huachicoleando el corazón”; Día 12 sin Huachi. He descubierto que tengo dos extremidades inferiores que me permiten caminar”; son algunos de los mensajes posteados en estas páginas y compartidos por cientos de usuarios quienes en un tono de humor toman el combate contra el robo de combustible emprendido por el gobierno federal desde diciembre de 2018.

Cuautepec: donde los hilos de la maquila se olvidaron

Los caminos de terracería que rodean a comunidades aledañas a Cuautepec de Hinojosa son ahora rutas de escape para quienes se dedican al robo de combustible. El municipio ubicado a unos 15 minutos de Tulancingo —donde el presidente Andrés Manuel López Obrador arrancó el programa de apoyos como medida de contención para esta actividad— ocupa el segundo en tomas clandestinas a ductos de Pemex en el estado de Hidalgo, según informes del gobierno federal.

Desde hace al menos tres años, una postal común en esta región de Hidalgo, principalmente en los municipios de Zempoala, Tlanalapa, Tepeapulco y Epazoyucan, son las camionetas que pasan a toda velocidad cargadas de bidones con 1,000 litros de combustible, que posteriormente son almacenados en terrenos rústicos, ya sea en fosas clandestinas o a mitad del campo, entre nopales y arbustos.

El nivel que ha alcanzado esta actividad es tal, que incluso quienes se dedican a comercializar el combustible robado pueden ofrecerle “al cliente” la posibilidad de que adquirir un bidón de 1,000 litros para que él pueda despacharse “a su gusto”. El bidón se entrega en una camioneta, misma que te ofrecen dejar estacionada en el patio y que cambian por otra cuando se termina la gasolina. Los bidones van debidamente cubiertos por una lona para ocultar su contenido.

La oferta —hasta hace un par de semanas— era atractiva: a 10 pesos el litro y a 8 si la compra era a gran escala. Ahora, con los operativos federales el precio aumentó hasta llegar a los 16 pesos por litro.

“Ya es común ver estas actividades por aquí. A veces es hasta en complicidad con las autoridades, pues hay policías estatales que se ponen a comer y beber con los huachicoleros”, comenta una vecina que pide no ser identificada.

La mujer recuerda que el ‘huachicoleo’ no era algo de lo que se hablara regularmente en estas comunidades, donde uno de los delitos más comunes era el robo de ganado y a casa habitación. Incluso, señala que la palabra ‘huachicoleo’ era desconocida. Anteriormente, señala la vecina, la venta de gasolina se daba en los talleres mecánicos de los alrededores, pero no era ilegal pues se trataba de gasolina adquirida en las gasolineras. Incluso, si había duda de la legalidad, los dueños de los talleres siempre tenían el ticket a la mano.

Esta zona reconocida por la prevalencia de la industria textil, tiene en Tulancingo su capital comercial. Cada jueves, los fabricantes de los municipios colindantes, como Zempoala y Singuilucan se dan cita en la Plaza del Vestido para exponer su mercancía a gente que viaja desde distintos puntos del estado. Pero en los últimos años, la región ha tenido una transformación, hay quienes cambiaron las máquinas de coser y el campo por las tomas clandestinas y los bidones: “un negocio más rentable”, dicen algunos.

¿Huachicol por necesidad?

Gerardo, un comerciante de la zona, señala que el ‘huachicol’ no es un tema de pobreza o de necesidad. De acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluacion de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ninguno de los municipios que se dedican a esta actividad aparecen entre los primeros 15 con mayores índices de pobreza del país, mucho menos de pobreza extrema.

En la práctica de este delito, reconoce Gerardo, participan personas de escasos recursos, pero también gente que en apariencia no tendría por qué robar, pues algunos son dueños de ranchos e incluso hay empresarios.

El pasado 10 de enero, en el marco de las actividades para combatir el robo de combustible, un video se hizo viral en redes sociales. En él se ve a pobladores apoyar a elementos del Ejército en el decomiso de bidones de combustible localizados al interior de un rancho.

“Ahí está ahí está. No que no había nada, habían dicho que no había nada. Órale, ahí están las evidencias”, gritan los vecinos mientras muestran a los militares el interior de la propiedad.

Los riesgos que implica el robo de combustible y el temor a que se registre una explosión ha llevado a los vecinos a tomar acciones para que el Ejército y Marina les quite “las bombas de tiempo” que tienen, a veces, a menos de 50 metros de sus casas. En algunos casos, las acciones han funcionado, en otros la complicidad de las autoridades abona a la normalización de esta actividad.

En septiembre de 2018, en los límites de Cuautepec con Epazoyucan y Singuilucan fueron localizadas nueve fosas con más de 100 contenedores de combustible. Eran más de 2,500 litros almacenados sin ninguna medida de seguridad. Esa es otra escena que se ha hecho habitual en los diarios locales: combustible oculto en fosas, bidones enterrados en medio del campo y persecuciones al estilo de las series policiacas.

¿El asistencialismo es suficiente?

El presidente López Obrador anunció una ola de apoyos para la población de los 91 municipios conocidos como la zona huachicolera: becas, pensiones para adultos mayores, apoyos para aprendices... recorrerán la ruta que va de Veracruz a Jalisco y que en su paso toca territorios de Puebla, Hidalgo, el Estado de México, Tlaxcala y Querétaro.

Para Gerardo los apoyos no serán suficientes, pues algunas de las familias que hoy participan de la extracción ilegal de gasolina tienen entre sus integrantes a beneficiarios de Prospera y los más pequeños reciben también becas alimenticias y para el estudio. Nada de eso ha impedido que sigan comercializando combustible de manera ilegal.

“Es gente que está acostumbrada a recibir dinero y que les gusta el dinero fácil, no se ve que eso vaya a cambiar si reparten más dinero. Solo van a fomentar que la gente siga sin buscarse un trabajo”, dice el comerciante.

En esta zona del estado, el plan alcanzará a pobladores de Epazoyucan, Mineral de la Reforma, Singuilucan, Tepeapulco, Cuautepec de Hinojosa, Santiago Tulantepec y Tulancingo, donde cada día se suman nuevos hallazgos de tomas clandestinas, de fosas y contenedores de gasolina robada.

La guerra contra el huachicol declarada por el nuevo
gobierno federal, apenas comienza.