Directora General de Metco
Por Eladio González
Los juegos de química siempre fueron los favoritos de Edurne. Le gustaban las batas blancas, las probetas, las mezclas de colores y sabores. Leía, como si fueran cuentos, las cajas de cereales y fantaseaba con ser inventora. Elegir una carrera fue fácil para ella. También lo fue encontrar el trabajo “de sus sueños”. Lleva más de 12 años en Metco, una empresa mexicana de soluciones endulzantes.
Tras un periodo trabajando dentro de los laboratorios de los que salió Svetia, el “producto estrella” de la casa cuyo desarrollo coordinó, comenzó sus estudios de administración y alta dirección. Aunque tiene una mente más científica que financiera, la empresa apostó por ella para liderar el área de Nuevos Proyectos y, poco después, la Dirección de Administración y Planeación.
Un día, Héctor Álvarez de la Cadena, su presidente, la invitó a comer. Le comunicó que iba a dejar la dirección de la empresa y que “todos” estaban de acuerdo en que fuera ella, que entonces tenía 33 años y llevaba diez “en la familia”, quien tomara las riendas del negocio. Facturaban 600 millones de pesos anuales. En ese momento, Expansión la nombró una de las 30 promesas de los negocios en México. Corría el 2018.
Para ella, su orientación sexual nunca ha sido una carta de presentación: “Al que pregunta, se lo digo”. Aunque asegura que, cuando la mayoría de sus colegas lo supieron, por fin, respiró. Y no dudó en llevar a su pareja a la boda de una de sus compañeras de trabajo en la que, probablemente, el señor Álvarez de la Cadena se enteró.
Uno de los mayores miedos de su mamá, cuando supo que era gay, siempre fue imaginar lo difícil que iba a ser su vida y su trabajo. “Nos enseñan a vivir con ese miedo”, explica Edurne. Pero, su presidente, que roza los 80 años de edad, simplemente se acercó a brindar con ella y le dijo: “Estoy orgulloso de ti, me alegro de que no lo escondas”.
Hoy, Edurne Balmori participa en las cámaras de alimentos y comités regulatorios que combaten la obesidad y diabetes en el país. Además, preside la asociación ILSI Mexico. Es común verla sentada en mesas de juntas, siendo la única mujer entre una veintena de hombres con muchas más canas que ella. Reconoce que no siempre es fácil. Pero, como líder, siente la responsabilidad de demostrar que sí se puede. “Cuando tenía 15 años, me hubiera encantado ver a alguien como yo: una mujer, joven y gay, abriéndose paso en el mundo de los negocios”, afirma.
Edurne Balmori: Metco inició como una empresa familiar y valoran mucho que los colaboradores seamos como una familia. En la decisión de ofrecerme la dirección general se conjuntaron dos cosas: una, que el presidente y dueño de la empresa quisiera tener tiempo para dedicarlo a otras cosas y, dos, que quisiera poner a otra persona a dirigirla. Antes de darme esta oportunidad, ya había buscado la opinión de otras personas. En Metco, nos gusta integrar las decisiones como equipo. A la hora de hacer cambios, es importante que estemos todos en línea. Todos los que fueron consultados, estuvieron de acuerdo en que era una buena decisión. Un día, el presidente me invitó a comer y, en ese momento, me lo dijo. El tema de ser mujer, tener 33 años y ser gay, no influyó en nada. Ese tipo de cosas, en esta empresa, nunca son un obstáculo que impida o limite ninguna decisión, pero tampoco es algo que se busque promover al fuerza. Son temas que no hacen distinción alguna, sólo nos fijamos en las capacidades de la gente. Mientras una persona tenga ética, respeto y ganas de trabajar, con eso basta.
EB: Siempre he dicho que la orientación sexual no es la carta de presentación de nadie. No voy por la vida diciendo: “Hola, soy Edurne, me gusta el azul, soy cáncer y gay”. Para mí, siempre ha sido un tema sobre el que si me preguntan no tengo problema en responder, pero no voy por el mundo contándolo a todo el que pasa. En la empresa, las personas cercanas a mí lo sabían. Me imagino que hay personas que, a día de hoy, aun no lo saben. Pero nunca lo he escondido. Hace unos cinco años, una compañera de trabajo organizó su boda en Cozumel. Yo me presenté a la fiesta con mi pareja. Allí, seguramente, surgió la pregunta: “¿Con quién vino Edurne?”. Y alguien debió responder: “Con su pareja”. Supongo que ese fue el momento en que el presidente de la empresa se enteró o, quizás, ya lo supiera. Brindamos y me dijo que estaba muy orgulloso de mí, que se alegraba de que no lo escondiera. La verdad es que me sentí muy bien. Hablé con él para decirle que iba tener esta entrevista. Quería tener su bendición, ya que no sólo sale mi nombre sino también el de la empresa. Lo único que me dijo fue: “¡Qué pregunta más tonta! Ya sabes que cuentas con mi apoyo. Todos te apoyamos y admiramos el valor que tienes”.
EB: Yo creo que lo mejor es aportar a la normalización. Me voy a casar este año, así que llevo puesto un anillo de compromiso. Siempre sale el tema en las comidas de negocios o en las juntas: “¿Te vas a casar? ¿Y tu novio es…?”. Mi respuesta es: “Mi novio no, mi novia”. Y ya. Luego, ves la reacción de la gente. Habrá algunos que después piensen que eso no está bien pero, en ese momento, nadie te lo dice. Así que, lo mejor que puedes hacer es normalizarlo, no mentir, ser fiel a ti misma. Eso es lo más importante. Sólo vivimos una vez, y tener miedo o una doble vida -no te voy a mentir, también lo experimenté cuando era adolescente- es muy difícil. También, ves gente que, en un primer momento, se echa para atrás, pero luego dicen: ¡Qué bien, felicidades!. Si lo ven normal en ti, lo verán como es: normal. Eso, también va de la mano con los valores que reflejas. Lo que más me gusta de trabajar en Metco es que sus valores se ligan muy bien con los míos. Lo vemos de una manera muy sencilla: como empresa eres un cachito de la sociedad. Así que todas las personas que trabajamos aquí somos agentes de cambio, tenemos que aportar algo para hacer un mundo mejor. Tenemos que ser el reflejo de esa sociedad en la que queremos vivir. Y las diferencias te enriquecen. Cuando entiendes eso, en una empresa, te va muy bien. En Metco, tenemos esas diferencias en muchos aspectos, empezando por los rangos de edad. En las reuniones del consejo directivo, tenemos desde nuestro presidente, que tiene casi 80 años, hasta yo, que soy la directora general, que tengo 36. Hay mujeres que son mamás, otras y otros que no. Tenemos distintas mentalidades y percepciones. Cuando le dejas a la gente ser lo que es, se vuelve mucho más creativa, innovadora y motivada.
EB: Debemos cambiar esa mentalidad de ser jefes, para convertirnos en líderes. Ser líder es tomar la decisión, todas las mañanas, de ser un ejemplo para alguien, de ser un agente de cambio. Es como ser papá o ser mamá, es ser un ejemplo constante. Si tú, como líder, eres consciente eso, vas a actuar genuinamente. A mí, me ha tocado estar en sesiones de trabajo -en las cámaras de alimentos, por ejemplo-, donde me siento en una mesa con 20 hombres y soy la única mujer. Además, todos son hombres mayores que yo. En ese momento, debes combinar ser genuina con ser valiente. Nunca me ha tocado dar un manotazo sobre la mesa, sino simplemente romper esa barrera y levantar mi voz. Si te sientas a la mesa y te quedas siempre callada, entonces das pie a comentarios, como: “Bueno, es mujer… es joven… por eso, no dice nada”. En mi caso es al contrario, tengo una voz y una opinión. Desde el momento que, eres valiente, levantas la mano y opinas, la gente reacciona. Tengo la suerte de que, cuando lo hago, siempre me toman en cuenta. Eso es muy importante y no es fácil. Pero, cuando sabes que detrás de ti hay alguien viéndote y que, gracias a eso, va a pensar que sí se puede, asumes tu responsabilidad como líder. Cuando tenía 15 años, me hubiera encantado ver a alguien como yo, una mujer, joven y gay, abriéndose paso en el mundo de los negocios.
EB: En las empresas debe haber una capacitación y comunicación constantes sobre este tema. Eso, sin duda, es parte del trabajo del líder. Debemos encontrar formas creativas e innovadoras de recordarle a nuestra gente que en esta empresa se trabaja bajo valores y uno de ellos es la inclusión. Pero, para lograr eso, tiene que partir desde las cabezas. En el business plan de todas las empresas hay una visión, una misión y unos valores. El problema es que muchas lo tienen como un mero trámite. Sin embargo, lo primero que debe hacer un líder es agarrarse a estas tres cosas y pensar la manera para que los colaboradores, realmente, se muevan bajo esos lineamientos. En Metco, nuestros valores son la honestidad, la transparencia y el respeto. Y no es sólo algo pegado en una pared. Como líder, soy responsable de que la gente entienda por qué es importante para esta empresa que exista un ambiente de trabajo honesto. Una vez que creas esa cultura, ya puedes elaborar políticas de inclusión y diversidad. Aquí, aprovechamos las charlas en las que compartimos los resultados de la empresa con todo el equipo, para sacar el tema y mencionar que esta es una empresa incluyente, y que estamos trabajando en ciertos proyectos de inclusión. Es importante recordar estos mensajes en cada capacitación o reunión que tenemos. El año pasado, obtuvimos la certificación de HRC Equidad Mx, lo que demuestra que estamos comprometidos para seguir avanzando y refuerza el mensaje de que a las personas LGBT, aquí, no les va a pasar nada. Tener ese certificado colgado en la pared les da mucha más tranquilidad.
EB: Pues tiene que ver con algo que uno arrastra durante muchísimos años, y es pensar que tu vida laboral es una y tu vida personal es otra. Uno de los mayores miedos de mi mamá, cuando supo que era gay, era que yo fuera a tener una vida más difícil o que me fueran a correr del trabajo. Nos enseñan a vivir con ese miedo, arrastrados por una cierta cultura. Tenemos que romper con esa forma de pensar y entender que, el trabajo también es parte de lo que tú eres y te va formando como persona. No es cierto que al cruzar la puerta de tu casa, te puedas olvidar de tu trabajo. O que al llegar a tu trabajo, dejes de pensar en tu vida personal. Eres una sola persona y llevas contigo todo eso. Entonces, no puedes ser una persona en el trabajo y una diferente fuera de él. Tener esa doble vida pesa mucho, cualquier persona LGBT estará de acuerdo. Todo ese tiempo en el que la mayoría de nosotros tuvimos que vivir una doble vida, pesa. Rompes contigo mismo al no permitirte ser completo. Respeto a la gente que no lo quiere compartir al igual que a la gente lo comparte. Los dos puntos de vista son respetables, pero yo me decanto más por la idea de hablarlo, de atreverse a decir: “Esta es la persona que soy”, porque de todos modos, en algún punto, va a salir. Así que basta de vivir con ese miedo. Yo nunca lo escondí, pero en el momento en que me enteré de que mis compañeros ya lo sabían, por fin, respiré. Ahora trabajo mucho más feliz, disfruto aún más mi trabajo. Es como cuando le dices a tu familia y te quitas ese peso de encima. Además, no salimos del clóset una vez sino muchas y, cada vez que lo logras, te quitas un peso de encima.
EB: Como país, hemos avanzado en tener muchos más frentes. Hay una mayor apertura y visibilidad, pero aún falta mucho. Al igual que en las empresas, considero que el cambio debería empezar por las cabezas, en este caso, el gobierno. Pero, también es un trabajo de la sociedad. Lamentablemente, en México, hay una falta de civismo grande. Lo vemos en la calle. Vivimos, permanentemente, en un estado de ira, por la pérdida de valores indispensables, como el respeto. Definitivamente, como sociedad, necesitamos seguir trabajando. Este tipo de espacios, como el que está abriendo Expansión, para que los ejecutivos podamos usar nuestra voz, ayuda. Hay que seguir trabajando en hacer un mundo más incluyente. Aunque debería estar amarrado con políticas, al final, la sociedad pesa mucho. Si nos seguimos manifestando y moviendo, el gobierno tendrá que responder. Ya están respondiendo, pero hay que ponerle más fuerza, para que esas políticas se puedan ver en todos los estados, que no hayan tantas diferencias.